De arriba abajo (resumen feb-ago 2023)

En este tiempo, el blog ha publicado cuatro artículos con sus correspondientes partes prácticas:

¿Cómo relacionar el valor personal con la superación del fracaso, la aceptación de la vulnerabilidad y la ausencia de problemas?

Tengo que confesar que, a la hora de escribir este resumen (más bien, intentar escribirlo), me pareció harto difícil conseguir ligar estos cuatro aspectos. Sin embargo, una vez puesto a la labor, caí en la cuenta de que esta sencilla y gratificante actividad (escribir) me brindaba la oportunidad de hacerlo. Me explico…

En primer lugar, aclaro que, además de escribir en este blog, también me dedico al relato y al ensayo (y a otras cosas). Bien, pues cuando uno se enfrenta al folio en blanco (en este caso el de Word) no siempre surge la chispa. Hay ocasiones en que tarda en aparecer (más cuando uno escribe literatura de ficción). Puede que esta falta de inspiración me haga sentir fracasado y, si el desierto literario se prolonga, comience a dudar de la posibilidad de reencontrarme con las musas. En esta situación, es fácil que pueda venirme abajo. Un corolario inmediato podría ser el hecho de comenzar a perder confianza en mi capacidad literaria (las típicas crisis creativas. Ya he pasado por varias), lo que me llevará a perder puntos como autor (desvalorización). La superación de esta triada depresiva tiene mucho que ver con un cambio de perspectiva, pasando de sentirme víctima a considerar que estoy ante un reto. Esta es precisamente la clave de vivir sin problemas: transformar las dificultades en retos (así pierden toda su fuerza disuasoria). Y esta fue exactamente la secuencia de acontecimientos que se dio en mi último desierto creativo (tengo que añadir que su superación me trajo una nueva forma de enfrentarme al folio en blanco, mucho más ágil y enriquecedora).

Ya sé que es un ejemplo un poco tonto, sin mayor trascendencia. Pero seguro que si digo que esta misma secuencia se ha dado en acontecimientos mucho más serios (y dramáticos) sucedidos en mi vida, la reflexión adquirirá más consistencia (estoy seguro de que, si repasas tu vida bajo la misma perspectiva, encontrarás muchas coincidencias).

Es fácil que, cuando fracasamos, la valoración personal se vaya al garete (nos sentimos menos que nada). Y, también, resulta inevitable que los reveses importantes nos derrumben. Pero no es menos cierto que, una vez que conseguimos recuperarnos del disgusto y acumular suficiente energía, estamos en el camino de la superación. Y lo habremos conseguido por el simple hecho de cambiar el modo con que miramos lo que tenemos delante: ya no vemos una montaña imposible de escalar, sino un obstáculo que podemos superar. La confianza generada nos permite pasar a la acción.

Todos pasamos por estas etapas cuando enfrentamos dificultades serias. Las diferencias estriban en la rapidez con que se pasa de una a otra: Algun@s están poco tiempo en el infierno del desánimo y emprenden pronto el camino de la acción resolutiva, otr@s tardan más. Esta variabilidad en los tiempos de respuesta tiene mucho que ver con el nivel de confianza con el que se vive y la manera en que respondemos a la pregunta “¿vivo en un universo amigable u hostil?” (cuestión que A. Einstein consideraba de la mayor relevancia).

La aceptación de la propia vulnerabilidad en estas situaciones sin intentar mantener el tipo (esto agota) es el primer paso parea superarlas. Esta rendición sin capitulación (se ha perdido una batalla, pero no la guerra) nos permite reinterpretar la sensación de fracaso, viéndola como una oportunidad de aprendizaje en vez de una desgracia inamovible (no existe éxito que no venga precedido de fracaso).

La reaparición de la actividad (nos ponemos en marcha) trae consigo la recuperación de la autovaloración. Ya no somos menos que nada: estamos en camino de resolver lo que sea que nos ocupe. Esto nos permitirá poner toda la carne en el asador y ser eficaces en la aplicación de las soluciones.

En resumen (es lo que es este artículo): Dejarnos caer sin oposición cuando nos venimos abajo y darnos un tiempo de convalecencia, es el combustible ideal para recuperar, lo antes posible, la capacidad de actuar y ponernos manos a la obra para resolver lo que sea menester.

Y, para terminar:

Y no olvidemos que, pese al vía crucis por el que hayamos pasado, estemos pasando o vayamos a pasar… La Vida continua y solo hay una dirección posible: hacia adelante.

 

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