Propósito, misión y felicidad (mayo 2022)

Hola querid@ lector/a

Este blog ha dedicado este mes a lo que constituye un elemento central en los intereses de cualquier ser humano. Me atrevería a decir que se trata de lo más importante. La clave que puede dar sentido a una vida y colmarla de experiencias gratificantes y de un sentimiento de felicidad perdurable.

 

 

Hemos hablado de…

Vivir con propósito

Lograr lo que te propongas

Establecer planes efectivos para conseguirlo

Estos tres aspectos están íntimamente relacionados, de modo que no parece posible aislarlos. Sin embargo, cada uno de ellos tiene su propia personalidad.

El propósito es la esencia del conjunto, el motor, la brújula que indica el norte, lo que da sentido a una vida. Una búsqueda que todo ser humano emprende, de una u otra forma, a partir del momento en que se pregunta cuál es su lugar en el mundo.

¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿A dónde voy?… ¿Te suena?

Podríamos decir que toda filosofía nace de la necesidad de encontrar una razón de existir.

Tod@s tenemos la nuestra, más o menos ambiciosa, más o menos definida. No podríamos vivir sin ella. Es lo que nos mueve a levantarnos cada mañana y lo que propicia una gran parte de nuestros estados de ánimo, en función del éxito o fracaso en su consecución. Puede ser la crianza de los hijos, escalar posición social, coronar la cumbre del Everest o, sencillamente, sobrevivir un día más.

Claro que, a la hora de tener un propósito de vida, la fuerza con que mueve nuestro corazón cuenta, y mucho. No es lo mismo tener obligaciones que pasiones, ni hacer las cosas por deber que por querer, ni vivir de la comparación que de la convicción. El nivel de disfrute que obtenemos con lo que hacemos puede ayudarnos a darnos cuenta del lado de la balanza en el que nos movemos. Según tienda a mínimos o a máximos, sabremos si nuestro propósito es de los de ir tirando o hemos conseguido alcanzarla visión de una meta que nos ilusiona, nos llena de fuerza y energía, y nos impulsa a comprometernos sin peros en su consecución. No importa lo trascendente que pueda parecer o el impacto social que lleve asociado. Lo fundamental es que nos haga sentir bien, que nos de felicidad, que de sentido al día a día.

Todos tenemos propósitos que necesitamos realizar a efectos prácticos para subsistir en este mundo que construimos entre tod@s. Pero por encima de esta necesidad, obligada por el hecho de pertenecer a una determinada sociedad, está el PROPÓSITO personal, único e intransferible. Cuando pensamos en él o lo vivimos ya, es capaz de inundar nuestros corazones de alegría, paz, esperanza y un sinfín de sentimientos gratificantes. Este es el PROPÓSITO del que hablamos. El que todos y todas tenemos, aunque no hayamos llegado a vislumbrarlo aún, enredados entre problemas, miedos, dudas y dificultades que tod@s compartimos como seres humanos. En realidad, todos conocemos aquello que hace vibrar nuestro corazón de manera especial, solo que no solemos dedicar tiempo a intentar toparnos con él.

Si estás en el camino de encontrarlo o estás pensando en ponerte a ello, hacerte algunas preguntas te ayudará a encontrar el camino. ¿Con qué actividades disfruto más? ¿Qué es aquello con lo que me pasan las horas sin darme cuenta? ¿Cómo puedo ser útil a los demás? ¿En qué sé que soy buen@? ¿Qué cualidades aprecian los demás en mí?

También, hemos hablado de logro, de conseguir culminar nuestros objetivos con éxito y de las causas más frecuentes que nos impiden obtener los resultados esperados.

Cuando vivimos una vida con PROPÓSITO, se acierta mucho más en la elección de objetivos (adecuados para nuestro plan de vida) y, como consecuencia, se obtienen mejores resultados y de manera más rápida. Es difícil que, en estas circunstancias, algo se nos tuerza de tal modo que nos haga imposible materializar lo que nos hemos propuesto. Y esto es, sobre todo, porque la fuerza de la visión (el faro que nos guía) es tal que nos impide rendirnos ante las dificultades que podamos encontrar en el camino. La persistencia (resiliencia) es un don que llega de la mano del PROPÓSITO, y lo hace para quedarse. Es este un valor clave para lograr tus metas. Te dejo este enlace aclaratorio sobre lo que es y no es resiliencia.

Una buena planificación es la herramienta que culmina este trio de ases. Tras encontrar el sentido que queremos darle a nuestra existencia e ir estableciendo objetivos a corto, medio y largo plazo que nos ayuden a seguir la dirección marcada, nos ponemos en camino. Pero no lo hacemos de cualquier forma. Iniciar un viaje sin etapas, sin medios de locomoción, sin equipaje (aunque sea mínimo), sin mapas y sin un conocimiento mínimo de las características del paisaje que vamos a atravesar, es incompatible con el éxito. Mucho más si el viaje es de los que marcan época, si nos dirigimos en pos de nuestro destino más preciado, de nuestro sentido de vivir.

Organizarnos, establecer etapas, delimitar los riesgos, proveernos de ayudas y brújulas para el camino, es lo que pide una planificación que nos ayude a materializar lo que nos proponemos conseguir. La improvisación solo añadirá dificultad al empeño y mermará nuestras energías hasta agotarnos o hacernos desistir.

Planificar el viaje será mucho más sencillo si lo hacemos bajo la guía de un PROPÓSITO. El faro que nos guía nos dará las claves y la orientación necesarias. Aunque no sepamos cómo llegó a nosotros, descubriremos que nuestra capacidad para hacer planes efectivos se incrementará día a día, a medida que nos dejemos llevar por la luz de la visión.

Hay algo en el ser humano que lo trasciende. Un halo de luz que lo habita y que nada o poco tiene que ver con sus miedos, dudas y desesperanzas. Un ser poderoso y sin límites que lo sabe todo sobre uno, que conoce los más íntimos rincones de la mente y que posee toda la fuerza, la energía, el conocimiento y los medios para alcanzar el éxtasis de vivir en un estado de plena concordancia entre lo que pensamos, lo que hacemos y lo que deseamos.

Manejar este trio no es tan difícil como pueda parecer. No se trata de dar grandes pasos ni de tener metas heroicas. Se trata, tan solo, de iniciar el camino con ilusión. Y hacerlo a nuestra manera, con nuestros conocimientos y capacidades actuales, sin pretensiones excesivas. Simplemente, ponernos en marcha, guiados por la gracia de nuestra ilusión. Lo demás se nos dará por añadidura.

¡Pruébalo!

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