Viajando hacia el paraíso (julio-agosto 2022)

En psicología hay una ley que dice que si mantienes una imagen mental de lo que te gustaría ser y la mantienes durante el tiempo suficiente, pronto te convertirás en lo que has imaginado. (William James)

Han sido un par de meses dedicados a reinventarnos, lo que quiere decir convertirnos en aquello que queremos ser a partir de ahora, olvidándonos de lo que creíamos o debíamos ser.

Y lo hemos desarrollado hablando de:

Construyendo mi yo ideal

Preguntar para acertar

3 claves para superar tus miedos

Confianza, utopía y reto

El qué, el cómo y el cuándo

Todos y todas guardamos en la estancia más sagrada de nuestro corazón una imagen ideal de lo que somos. Y es ideal porque pertenece, aún, al mundo de las ideas, sin manifestación física por el momento.

Solemos creer que somos nuestros roles (profesional, padre, madre, hijo, hija, estudiante…) pero nada más lejos de la realidad. La prueba evidente de esto es que difícilmente nos sentimos satisfechos de nuestros papeles sociales. Podemos tener algunos buenos momentos, instantes de satisfacción personal o incluso de dicha. Sin embargo, una mayoría del tiempo que pasamos ejerciendo como actores del gran teatro del mundo, está caracterizado por una infelicidad de fondo. Un regusto de insatisfacción que puede adquirir la forma de aburrimiento, hastío, enfado, disgusto, frustración o cualquier otra forma de desencanto. Y esto es porque hemos relegado a nuestro auténtico Ser a un discretísimo segundo plano.

Solo podemos ser auténticamente felices obrando como nosotros mismos: comportándonos, sintiendo y haciendo de acuerdo con nuestra auténtica naturaleza. Es, entonces, que lo de dentro y lo de fuera se armonizan y la vida adquiere un nuevo color y significado.

Construir, o más bien dejar salir, a este yo ideal para convertirse en un yo real, debiera ser objetivo prioritario de todo aquel y aquella que quiera trasformar su existencia en el paraíso.

Existen factores que nos ayudan a conseguirlo y otros que nos retrasan en el camino. Entre los primeros está la confianza, el arte de preguntar sabiamente y un buen manejo del qué, el cómo y el cuándo. Entre los aspectos que nos impiden avanzar están los miedos de cualquier tipo, pero especialmente los que tienen que ver con el temor a la perdida (de la zona de confort) y a la aventura (del descubrimiento).

La confianza nos aporta la paz interior necesaria para que ese Ser tímido (a fuerza de esconderlo) que nos habita y que es nuestra auténtica esencia se atreva a salir. Proporciona el paisaje emocional y mental adecuado para que lo mejor de cada uno aparezca en escena. Aleja los miedos, las dudas, las incertidumbres y nos reviste de fuerza y naturalidad, factores clave para sentirnos libres de actuar sin disfraces. Elimina las barreras, los obstáculos, los límites autoimpuestos, los imposibles y los peros, permitiendo que nuestras mejores capacidades emerjan a la luz. La confianza disuelve las falsas utopías convirtiéndolas en retos superables. Por esto, es ingrediente básico en la metamorfosis capaz de transformar un yo ideal en un yo real.

En la preciosa y gratificante tarea de alumbrar nuestro Ser interno, el hecho de aprender a preguntar adecuadamente ocupa, también, un papel relevante. Necesitamos interrogarnos para poder profundizar en el autoconocimiento y acercarnos a quienes somos desde una posición de ausencia del sí mismo. No recordamos nuestra auténtica naturaleza. La hemos relegado al olvido, a base de reprimir nuestros sueños de infancia y juventud, en aras de una pretendida madurez y practicidad impuestas por una sociedad enferma de miedo y vacía de sentido de vivir. Reaprender el arte de preguntar sabiamente nos devuelve al camino de las soluciones, los encuentros y los descubrimientos de auténtico valor.

Ninguna cosa se logra sin persistencia, sin ser consecuentes con el destino elegido, comprometiéndonos con él. Por eso, el Qué (objetivo) actúa como faro de toda acción que se emprenda en pos del destino marcado. Resulta esencial mantener una visión permanente de la meta que nos hemos propuesto alcanzar. Esto es algo que, por lo general, se olvida cuando nos ponemos en marcha en pos de algún sueño, la consecución de un determinado logro o la materialización de mi yo ideal. Solemos pasar, de inmediato, a obsesionarnos con el Cómo, dejando de prestar atención al foco, el faro que nos debe guiar en todo instante. Los cómo siempre son secundarios y, en general, son un regalo de la Vida (llegan sin buscarlos) cuando nos mantenemos enfocados en lo que queremos. No quiere decirse que no tengamos que hacer nada. Claro que hay que actuar, pero lo que haya que hacer surgirá naturalmente, sin buscarlo, si centramos la atención en el objetivo (lo visualizamos, lo recreamos, lo disfrutamos, y en definitiva lo vivimos como si ya).

Otro error común que nos aleja del éxito es la impaciencia, el Cuándo. Estar a la expectativa, atentos a si llega o no llega, a si tarda o no tarda. Esta actitud tan común solo nos distrae de nuestra tarea principal: darle fuerza a lo que queremos lograr, mediante la convicción absoluta en que llegará, antes o después, de una forma u otra. Puede que se haga de rogar, pero acabará por materializarse. La focalización en el Qué, dejando en segundo lugar al Cómo y en un tercer puesto al Cuando, es la fórmula ganadora en todas las carreras que emprendamos.

El miedo es la fuerza opositora que nos encontramos cuando emprendemos un proyecto importante. Puede adquirir múltiples formas y maneras, aunque todas ellas apuntan a un único fin: inmovilizarnos o, al menos, restringir nuestra capacidad de movimiento.

El miedo es la reacción automática ante el cambio, el grito de dolor de nuestra zona de confort rebelándose contra la posible pérdida de lo conocido para aventurarse en el inestable mundo de lo desconocido.

Lo tendremos a nuestro lado cada vez que intentemos un movimiento inusual, y con mayor presencia si se trata de un cambio importante, aunque este conduzca a una mejora de nuestra calidad de vida. El miedo siempre encontrará riesgos, perdidas o imprevistos a los que agarrarse para minar nuestras energías.

Disponer de herramientas que nos permitan sortear el miedo, transformándolo en acción inteligente capaz de aprovechar sus pros (evitar las temeridades) y darle la vuelta a sus contras (priorizando lo que gano a lo que puedo perder).

Ser lo que queremos ser, vivir como deseamos vivir y actuar según sentimos son aspiraciones universales de todo ser humano. Tod@s las buscamos de una u otra forma. Algunas veces como simples sueños por venir en algún futuro indeterminado, y otras atreviéndonos a asumir algún riesgo y apostando por nosotros. Para saber hasta que punto estamos en uno u otro lado de la balanza, solo tenemos que interrogarnos con sinceridad sobre nuestro nivel de felicidad, paz y gozo de vivir. El resultado nos indicará de donde partimos y cuánto nos falta para llegar a donde nos marca el corazón.

Todos los artículos de este par de meses (verano en el hemisferio norte) apuntan en una sola dirección: poner los medios para ayudarnos en el tránsito hacia nuestra mejor versión, partiendo de donde estamos.

Te animo a que emprendas este camino hacia ti mism@. Un viaje que solo puede traer bendiciones a tu vida.

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