Armonía (sept-dic 2023)

6 artículos y un audiorelato han sido los protagonistas del blog durante este período:

Retrocediendo en el tiempo (Con el viento de popa)

Un saboteador en la cocina (Estrategias antisabotaje)

Apoyar sin renuncias (¿Qué quiero darte?)

El amor de Sofía (audiorelato)

En estos meses de final de año, y a la par que el blog publicaba contenido, el autor (un servidor) se iba enredando en más y más gestiones (del todo inevitables), además de emprender una aventura quirúrgica que, aunque no anunciaba excesivas complicaciones, sí que exigía una planificación detallada dadas las circunstancias personales y familiares del susodicho. Por si esto fuese poco, el blog tomó la decisión de cambiar su alojamiento web (la empresa donde estaba físicamente hospedado). Una odisea que dio algún que otro quebradero de cabeza, dada mi inexperiencia en estas lides.

Pese a todo, quien escribe no estaba dispuesto a renunciar a sus visitas periódicas a viviresunregalo.com. Los temas que forman parte de este resumen son, pues, consecuencia directa de este empecinamiento personal por seguir escribiendo, de lo cual me alegro.

Tras este prólogo íntimo que me apetecía compartir, pasemos al asunto que nos ocupa…

Los artículos publicados durante este período, pueden parecer diversos y sin conexión aparente. Sin embargo, me he dado cuenta de que todos ellos comparten un fondo común que los engloba y enmarca en un trasfondo común. Una conexión escondida que se vislumbra en el título de este resumen.

Es el equilibrio y la armonía el denominador común, el pegamento que enlaza los ocho artículos y el audiorelato que han visto la luz a lo largo de estos meses (septiembre-diciembre de 2023). Más concretamente, es el amor el que se erige como eje central de este aparente popurrí de temáticas. Tengo también que confesar que ha sido, también, el amor y la pasión por la escritura el motor que me ha impulsado a sacar tiempo para ponerme frente a la cuartilla en blanco, pese a lo sobrecargado que se presentaba el horizonte.

El amor bien entendido comienza por uno mismo. Esto es algo que aprendí de una maestra en estas cosas: Louise Hay. Con los años, he podido ir descubriendo su verdad en mi propia vida.

Cuando nos queremos, que no es más que aceptarnos (tanto en lo que nos gusta como en lo que no), resulta muy sencillo querer y aceptar a los demás. A poco que indaguemos en las intrincadas veredas del inconsciente, nos daremos cuenta de que criticamos, rechazamos y maldecimos en los demás todo aquello que criticamos, rechazamos y maldecimos en nuestra propia piel. Y es que, cuando uno se ama de verdad en su totalidad, no cabe el enfrentamiento con el otro. Se le acepta, sin más.

Este amor desinteresado, que solo sabe dar sin esperar contrapartidas, es el argumento central del audiorelato publicado en diciembre 2023: el amor de Sofía.

Y es este mismo amor el que navega, sumergido, en los artículos publicados en esta temporada.

En un saboteador en la cocina hablamos de esa voz interior que nos desanima con sus predicciones negativas y potencia nuestros miedos. Ese autodiálogo interior que nos recuerda nuestros fracasos, predice todo lo que no vamos a ser capaces de hacer y nos tienta con la procrastinación, empujándonos a dejar para mañana eso que sabemos que debemos hacer y no nos apetece. El amor y el respeto por uno mismo es el antídoto para combatir a tan nefasto visitante. Si por él fuera, nuestra vida se ceñiría a una cómoda (y aburrida) rutina, carente de alicientes y desprovista, en lo posible, de novedades. Una sana apreciación por uno mismo resulta incompatible con sus mensajes, Si nos queremos, nos aceptamos y nos respetamos, no dejaremos que este ladrón de voluntades y energías merme nuestra capacidad de resolver y actuar según lo que nos dicta el corazón y la conciencia.

También es el amor por uno mismo, aderezado con una sabia dosis de sentido común y discernimiento, la que va a permitir cuidar al cuidador, en vez de agotarlo hasta la extenuación, en aras de un mal entendido servicio a quién pueda necesitarlo. Si eres de aquell@s que se ven involucrad@s en el ejercicio del rol de cuidador, harás bien en dedicar tu esmero, antes de nada, a ti mism@. Pues solo de este modo, dispondrás del ánimo y la energía necesarios para entregar lo mejor de ti mism@. Es este, también, un acto de amor. Y no solo contigo mism@, sino con quién precisa de tus cuidados, al procurar que reciba de ti lo mejor: optimismo, fuerza y valor. Algo que, si estás cansad@ y agotad@, por no haber sabido darte momentos de reposo y esparcimiento, no podrás, entregar. A cambio, la persona que te necesita podrá percibir en tu cara el reflejo del cansancio y el desánimo. Si de verdad queremos ayudar, precisamos estar en las mejores condiciones físicas y mentales. Y esto solo puede lograrse si nos cuidamos y atendemos.

¿Y qué decir de las inevitables huellas que el tiempo deja en nuestra piel a medida que avanza el reloj? No cabe duda de que resulta tentador rendirse al dolor, los achaques, el cansancio y hasta, en algunos casos, el hartazgo de vivir. Al fin y al cabo, es lo que vemos por todas partes: los cuerpos de nuestros padres, amigos, parientes y demás van envejeciendo, sus dolencias aumentando y sus energías disminuyendo. Es fácil dejarse mecer por la edad para comenzar a renunciar al potencial físico, a las ilusiones, a los proyectos de vida y a tantas otras cosas. Un error muy común que bebe de la equivocada creencia de que la edad nos quita cosas, sin darnos cuenta de que es todo lo contrario. La edad nos aporta conocimiento, experiencia, sabiduría (si somos capaces de aprender de las oportunidades), capacidad física mejorada (si aprendemos a hacer las mismas cosas con menor esfuerzo) y energía para llevar adelante nuestros proyectos (si los aderezamos con paciencia, constancia y una buena dosis de realidad). La edad no es un hándicap para una vida plena y motivadora. La edad nos obliga a exprimir nuestro conocimiento, recursos y capacidad de adaptación para mantenernos en la brecha, sin renunciar a casi nada. Solo, cuando no estamos dispuestos a tirar de los talentos y la experiencia acumulada durante años, la vida se nos complica: nos vemos mayores, con menos fuerzas, con menos recursos y con un miedo que se acrecienta a medida que los años pasan.

Adentrarnos en la «mayoría de edad» con amor (por uno mismo y por la vida en sí) implica hacerlo con la creencia de que todas las dificultades que puedan aparecer por el horizonte, sean cuales sean, se irán despejando. Cuidaremos nuestra salud, tanto física como mental, reduciendo la probabilidad de enfermedades crónicas¡; mantendremos nuestras expectativas sobre aquello que nos interesa y nos motiva, adaptándonos en lo que sea necesario; y, sobre todo, evitaremos sugestionarnos con todo aquello que antes podíamos y ahora no podemos hacer. Si lo intentamos, si nos damos la oportunidad de creer que todo (o casi todo) es posible cuando miramos hacia el frente con optimismo y fe en nuestras posibilidades, las fuerzas crecen, las energías se renuevan y un nuevo color tiñe de luz el futuro. Esta manera de encarar los años también bebe del amor, la aceptación y el respeto por uno mismo.

Es la armonía y el equilibrio entre todo aquello que constituye mi vida la que me dará el poder de hacer crecer la motivación y la capacidad de disfrutar a medida que pasan los años. Resulta innegable la huella que el tiempo imprime en nuestra biología corporal: el cabello encanece, las arrugas aumentan, los sentidos pueden perder agudeza y tal vez surja algún que otro problema de salud. Pero no debemos olvidar que somos mucho más que nuestro cuerpo. Y ese otro «mucho más» no se ve disminuido por el paso del tiempo. Más bien todo lo contrario. Es ahí donde reside nuestro potencial de vida eterna (ajena al tiempo), aprendiendo a adaptarnos en cada momento a las circunstancias, pero sin renunciar al gozo, la ilusión y la capacidad de vivir plenamente.

Este es el equilibrio y la armonía de la que nos provee el AMOR.

 

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