Los tres caminos de la confianza

Tener fe es confiar en ti mismo cuando estás en el agua. Cuando nadas no agarras el agua, porque si lo haces te hundirías y te ahogarías. En cambio, te relajas y flotas (Alan W. Watts)

Es la confianza mutua, más que el interés mutuo, la que mantiene unidos los grupos humanos (H. L. Mencken)

Ganas fuerza, coraje y confianza en cada experiencia en la que realmente te paras a mirar al miedo en la cara (Eleanor Roosevelt)

Confiar es una experiencia en la que todo lo que puedes perder es siempre menor que lo que puedes ganar, y lo que puedes ganar inferior a lo que puedas imaginar.

Hay tres caminos por los que podemos transitar para ganar confianza. Todos se complementan y se interpenetran. Transitar por cualquiera de ellos, lleva implícito hacerlo también por los demás.

El camino del yo puedo

Esta es la ruta en la que nos enfrentamos a los miedos, las dudas y todo aquello que creemos no poder o no saber hacer. Es la voz del “no soy capaz”, del “esto me supera”, del “no puedo” o del “no sé”. Es, también, una lucha contra la comodidad, eso que se ha dado en llamar zona de confort. Una pequeña, pero trascendental, batalla contra el saboteador interno, el que impone, sin mucho conocimiento de causa, mis limitaciones. Solo hay una manera de recorrer con éxito este camino: hacer lo que temes y llevar un registro de tus experiencias exitosas.

Haz una lista con todo aquello que no te sientes capaz de hacer (sea cual sea la razón), pero que te apetece y te gustaría convertir en realidad. Apunta lo que te venga a la cabeza, sin pensar en la dificultad, los peros o la imposibilidad. Luego ordena esa lista de menor a mayor grado de dificultad, según consideres.

Ya tienes tu listado de desafíos personales elaborado y ordenado desde lo más fácil hasta lo más difícil. Comienza por lo primero (ir al dentista a arreglar esa muela, llamar a mi madre para pedirle perdón, ponerme al volante un día tormentoso…Se trata de enfrentar nuestro miedo, pero sin que nos dé un síncope) y date un plazo de una semana para llevarlo a cabo. Si es algo que puedes repetir, hazlo. Luego, anota tu experiencia: ¿qué es lo que más te ha costado?, ¿cómo lo has hecho?, ¿cómo te sientes después de conseguirlo? (si no lo has logrado, ¿qué es lo que te ha frenado?).

Continúa con tu lista (siempre puedes añadir o quitar cosas), eligiendo un nuevo reto cada semana. La confianza en ti mismo y tus capacidades para hacer lo que crees te está vedado irá aumentando cuanto más practiques.

El camino de los otros: confiando en los demás

  • Deja de resolverle a vida a tus seres queridos (hijos, pareja, padres…): Dales la oportunidad de resolver las cosas por sí mismos. Deja de lado tu complejo de Superman (o Superwoman) y confía en ellos, en que pueden y saben resolver mucho más de lo que supones si les das la oportunidad (puede que protesten al principio – somos cómodos – Haz oídos sordos. Te lo agradecerán).
  • Olvídate de hacer guiones de futuro sobre las personas y sus comportamientos: tendemos a predecir el comportamiento de los otros (lo que me van a decir, lo que van a hacer…) y a elaborar guiones mentales en los que ya vivimos lo que va a suceder como si ya hubiese pasado. Con ello, nos predisponemos ante los otros suponiendo un comportamiento negativo por su parte (me va a decir que no, me odia, me critica, no le importo…).

Démosles la oportunidad de contradecirnos, de demostrarnos que nuestros guiones son solo eso: guiones, películas que nos inventamos y que no tienen por qué responder a la realidad. Dejemos de hacer cábalas, de desconfiar, y centrémonos en escuchar y comprender. Eso hará que terminemos por darnos cuenta de que nadie es tan tonto como para dedicar su vida a fastidiar la de los demás. Son nuestras interpretaciones la que nos hacen verlo así.

  • Acepta regalos y acostúmbrate a agradecer: permite que la otra persona te ayude, aprende también a pedir ayuda cuando la necesites. Deja de comportarte como un ser autosuficiente: no lo eres. Necesitamos a los otros para muchas cosas, lo que no quiere decir que necesitemos depender de ellos. Acepta halagos, cariños… regalos, en definitiva. Y, al mismo tiempo, aprende también a regalar, a entregar, a apoyar y ayudar a quien lo precise.

Ser agradecido por todo lo que eres y lo que tienes, además de agradecer lo que los demás hacen por ti, te llevará por la senda de la gratitud. Eso hará que tu confianza en los demás crezca. El premio te sorprenderá

  • Aprende a perdonar: deja ir el rencor y el resentimiento. No son buenos compañeros. Dale la vuelta a tu interpretación: nadie ha querido hacerte daño a posta, aunque tú lo hayas sentido así. Su intención ha sido otra a la que tú imaginas. Si la conocieras te darías cuenta de que no hay lugar para el rencor.

El camino de la vida: confiando en el acontecer

  • Acostúmbrate a aceptar: la resistencia contra los acontecimientos que nos llegan y no nos gustan implica, además de un gran desgaste energético, el que perdamos muchas oportunidades de mejora. Y es que las cosas no suelen ser lo que parecen: aparentes desgracias pueden convertirse en bendiciones si las tomamos con el estado de ánimo adecuado. Aceptar lo que nos llega sin cabreos ni pensamientos catastrofistas, nos prepara para encontrar soluciones y oportunidades donde solo parecía haber obstáculos.
  • Cambia el enfoque: sustituye el por qué por el para qué. No clames al cielo con el consabido “¿por qué me ha tenido que ocurrir esto a mí?”. Por el contrario, pregúntate: “¿para qué puede servirme esto? ¿Qué beneficio podría sacar de esta situación difícil?” Este pequeño cambio de enfoque marcará la diferencia entre sufrir el acontecimiento o aprovecharlo para sacar partido. Esta es la herramienta secreta de los triunfadores
  • Transforma tu filosofía y tus ideas sobre el mundo y la vida: decía Einstein que la pregunta más importante que puede hacerse un ser humano es: “¿vivo en un universo hostil o amigable?”. Si la respuesta es “hostil” viviré mi vida con desconfianza, miedo y preocupación. Si la respuesta es” amigable”, en cambio, tendré un estado de ánimo más relajado, disfrutaré más de todo y veré oportunidades donde solo pareciera haber dificultades. Mutar la visión de “hostil” a “amigable” puede significar un cambio absoluto en mi manera de experimentar las situaciones.

Creer que todo lo que me trae la Vida es para bien no va a evitar que tenga dificultades, que se me planteen retos e, incluso, que sufra tragedias. Pero sí que va a conseguir dotarme de la visión y la capacidad de saber sacar el mejor partido a todo ello, sin sufrir el desgaste y la ansiedad que generaría si me decidiese a preferir el hostil al amigable.

Comparte este contenido

Deja un comentario