Armonizando Qué-Cómo-Cuándo

 

Cuando el “Qué” dirige, el “Cómo” apoya y el “Cuándo” asume un papel subordinado, la sinfonía de la Vida se pone en marcha para ejecutar la mejor interpretación posible.

Toda la atención está puesta en el momento, permitiendo que los vaivenes de la composición guíen la sinfonía.

 

 

♦ Potencia tus Qué (trabajando en la atención): controlar los pensamientos inútiles, centrando la atención en lo que realmente interesa, nos da acceso al enorme poder de nuestra mente cuando la utilizamos en su justa medida.

  • Ordena y prioriza tus intereses: dedica un tiempo a reflexionar sobre aquellas cosas que de verdad te importan y afectan positivamente a tu calidad de vida. Lístalas, ordénalas por prioridades. Esto constituye tu foco, lo que debe ocupar tu mente sobre todas las cosas. Trata de dedicar unos minutos al principio y al final del día a recordar tu foco.
  • Desarrolla tu atención: no permitas que pensamientos sin control gobiernen tu vida. Ejercítate en estar presente.
    • Potencia la escucha: acostúmbrate a prestar atención cuando alguién te hable. Evita estar elaborando lo que vas a responder, mientras tu interlocutor tiene la palabra. Atiende a lo que está expresando (palabras y gestos) como si te fuera la vida en ello.
    • Practica la atención plena mientras realizas tus tareas rutinarias: hacer la cama, cocinar, lavarse las manos, vestirse. En vez de ocupar tu mente en lo que tienes por delante, céntrate en lo que estás haciendo como si lo hicieses por primera vez. Observa tus movimientos automatizados y hazte consciente de ellos.
    • Aumenta el tiempo que dedicas a aquellas cosas que te hacen vibrar: cuando estamos haciendo algo que, de verdad, nos motiva, el tiempo pasa sin darnos cuenta. Todo pensamiento inútil desaparece, mientras nos sentimos absorbidos por la tarea que amamos. Dedicar más tiempo a estas actividades entrena y potencia nuestra atención.

♦ Dejando a la mente trabajar por si sola (no interferir): la mente es un instrumento especializado en resolver problemas. Funciona sola. Nuestra única labor es suministrarle datos. Nosotros plantemos la dificultad con la que nos encontramos y ella resuelve. Si nos inmiscuimos en el proceso de resolución, lo único que conseguimos es estorbar.

  • Cambia tu manera de enfrentarte a las dificultades de cierto nivel. Evita darle vueltas y más vueltas. Plantea con claridad tus dudas y las alternativas que ves (o no ves) y deja que tu mente haga todo el trabajo. No tengas prisa por llegar a la solución. Dale tiempo. Mientras, dedícate a cualquier cosa que te distraiga y te relaje. Atrévete a practicar esta nueva manera de confiar y colaborar con tu mente, Te sorprenderán los resultados.
  • Enfócate en las soluciones, no en los problemas: si tienes tendencia a ver dificultades en todo, a encontrar peros debajo de las piedras y a ver montañas ante los retos, necesitas cambiar tu visión. Estarás enfocando las piedras del camino y perdiéndote el camino en sí. El secreto está en desarrollar la confianza y la paciencia.

Cada vez que te enfrentes a un inconveniente o dificultad y te des cuenta de que estás dando vueltas a tu tiovivo mental, piensa “me estoy enfocando en los problemas”. Cálmate, detente, no seas impaciente. Date tiempo. Admite que no tienes una solución, aunque eso no quiere decir que no termines por encontrarla. Pero ahora no es el momento. Deja que tu mente trabaje sin agobios ni presiones. Mientras haz una meditación, sal a dar un paseo o dedícate a cualquier actividad que te agrade y te relaje.

  • Ejercítate en cazar señales: con mucha más frecuencia de la que pensamos nos llegan señales indicadoras que apuntan a soluciones cuando las necesitamos. Pueden aparecer en forma de llamada telefónica, conversación con un amigo, lectura de un libro o cualquier otra cosa. Se trata de las famosas “casualidades” que no son tales (más bien, causalidades). No les prestamos atención porque están infravaloradas y, como consecuencia, infrautilizadas. Pero constituyen una ayuda inestimable cuando no sabemos por dónde salir.

Podemos aprender a detectarlas y utilizarlas a nuestro favor si nos habituamos a prestar más atención al entorno, en vez de estar atascados entre nuestros pensamientos. Se trata de levantar la vista, dejar de atender a los cientos de pensamientos inútiles que se nos cruzan por delante, mirar al frente y saborear el vuelo de los pájaros, el lento transcurrir de las nubes, el tránsito de personas y automóviles o el vaivén rítmico de nuestra respiración. Esta atención enfocada nos capacita para darnos cuenta de las causalidades que nos llegan a diario.

♦ Trabajando la paciencia (dejar llegar): ¡qué gran cosa es la paciencia! Nos da serenidad frente a los contratiempos, facilita la llegada de mejores soluciones, nos permite descubrir el perfecto goce en las pequeñas cosas, aclara nuestra mente, y nos hace ver las cosas que, de verdad, importan para nuestra felicidad.

  • Evita la actitud de querer tenerlo todo ya. Desengánchate de este pernicioso hábito potenciado por la cultura de la inmediatez. El buen vino necesita tiempo para adquirir su buqué, el artista para lograr la maestría y el ser humano para desarrollar cualquier habilidad. Es un absurdo pretender obtener buenas soluciones ya.
  • Cuando las cosas se repiten una y otra vez, las dificultades se multiplican o los obstáculos parecen reproducirse sin freno, preguntémonos “¿Qué tengo que aprender con esto?, ¿cuál es la lección?” en vez de perder la paciencia y sumirnos en improperios de todo tipo. El para qué siempre es mejor planteamiento que el por qué.
  • Se paciente con aquell@s que más quieres. Evita que te saquen de tus casillas cuando hacen algo que te molesta o te hiere. Centra la atención en la razón que puede moverles a hacer lo que te disgusta en vez de impacientarte frente a su comportamiento, una y otra vez. Descubre su motivación y, no solo habrás resuelto el misterio, sino que, con toda probabilidad, ese algo que no te gusta desaparecerá, bien porque ya no le resulta necesario hacerlo o porque tu interpretación sobre el hecho ha cambiado completamente.

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