El arte de soltar anclas: de la queja al poder personal

A veces, sin apenas darnos cuenta, permanecemos anclados a pensamientos y actitudes que nos mantienen adheridos comportamientos destructivos, atrapados en la inercia y los automatismos. Damos vueltas y más vueltas, sabiendo que algo debemos hacer para sentirnos mejor, para salir del pozo en que nos encontramos o para descubrir un nuevo camino que nos haga sentir ese hálito de felicidad que tanto añoramos. Sin embargo, no encontramos esa salida que tanto deseamos.

Es fácil que en tales circunstancias justifiquemos nuestra actitud derrotista, quejándonos de nuestra mala suerte e identificándonos con la víctima inocente de un destino despiadado. Puede que pensemos que la vida es injusta o que esperemos ansiosos por un algo externo que venga a rescatarnos. Pero, en realidad, es la forma en que interpretamos los acontecimientos lo que nos mantiene presos de las circunstancias y no los acontecimientos en sí. Soltar estas anclas mentales que nos impiden avanzar y deshacernos de la autocompasión generada por la impotencia y el desasosiego es el primer paso hacia un nuevo despertar que nos muestre la realidad de lo que somos y el enorme potencial que guardamos en nuestro interior.

El arte de soltar anclas: de la queja al poder personal

La trampa del victimismo

La queja, la lamentación y el «pudo haber sido y no fue», cuando se convierten en comportamientos crónicos, actúan como una goma elástica que tira de nosotros manteniéndonos maniatados a la insatisfacción permanente. Es esta una actitud que nos enfoca en el problema y no la solución, con las enormes implicaciones psicológicas que esto tiene para el desarrollo de la competencia y las habilidades personales. Nos sentimos impotentes en vez de capaces, y no somos capaces de encontrar soluciones efectivas ante los retos y dificultades que nos plantea la vida.

Y es que cuando asumimos el papel de víctima, cedemos todo nuestro poder, abandonándonos a las circunstancias y convencidos de que son los factores externos los que, en último término, condicionan nuestro destino. Sin embargo, si bien es cierto que no resulta posible controlar todo lo que nos sucede, también los es que tenemos la opción de elegir cómo reaccionar ante lo que nos ocurre. En esto radica el poder transformador del que todos disponemos y que es capaz de convertir los momentos difíciles en oportunidades de mejora. Para despertar este poder interior debemos ser capaces de remontarnos por encima del miedo y la rabia que gobiernan los comportamientos victimistas.

La alternativa es afrontar lo que nos viene bajo una nueva perspectiva: el del reto a superar en vez de la desgracia a evitar. Y esto requiere un cambio de paradigma, una forma distinta de interpretar la vida que tiene importantes implicaciones en la conciencia. Un cambio de paradigma que nos exige salir del aburrido y monótono escenario de los problemas diarios, los miedos, las preocupaciones y los intereses, para situarnos más allá, en el terreno de lo trascendente, del sentido que le damos a nuestra vida y de lo que deseamos hacer con ella.

Necesitamos, en vez de dejar pasar los días dormidos entre la automatización y las rutinas, tomar la iniciativa para dirigir nuestros pasos hacia donde de verdad queremos ir. Y es en esto, en asumir los retos como una oportunidad para desarrollar nuestras capacidades y habilidades, donde el cambio de mentalidad se revela imprescindible. Pasar de interpretar los acontecimientos desfavorables como azarosas e impertinente vivencias que se nos cruzan en el camino, a reinterpretar el sentido de nuestra vida como un aprendizaje continuo en el que entrenar y mejorar nuestras marcas personales, como el deportista de élite que se enfrenta a nuevos y mayores desafíos cada vez que supera una prueba con el único fin de rebasar sus límites. Ver la vida bajo esta perspectiva no solo nos ayuda a enfrentar con mejor ánimo las adversidades, sino que nos prepara para sentirnos más satisfechos con nosotros mismos y alcanzar mayores niveles de felicidad.

Frente a la inacción que promueve el victimismo, empujándonos hacia la Muerte, este nuevo paradigma nos sugiere la acción, el movimiento y la responsabilización por nuestros actos y decisiones, empujándonos, imparable, hacia la Vida.

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Autoestima y autoconfianza: la clave para navegar libremente

Soltar el victimismo no significa ignorar las dificultades, sino enfrentarlas con una mentalidad diferente. Aquí es donde entra en juego la autoestima y su hija mayor, la autoconfianza. Una persona con una autoestima sólida no se autodefine por sus fracasos ni por la opinión ajena. Sabe que tiene asignada una tarea prioritaria: aprender, mejorar y reinventarse cuantas veces sea necesario. La autoconfianza, por su parte, es el motor que nos impulsa a tomar acción sin miedo al fracaso, viendo en cada obstáculo una oportunidad de crecimiento. Ambas constituyen un poderoso antídoto contra el derrotismo y el sentimiento de fracaso.

Construir una autoestima saludable implica reconocer nuestras fortalezas y debilidades sin juzgarnos, aceptar que no somos perfectos, pero sí valiosos y capaces. Una persona con alta autoestima se acepta en toda su dimensión sin negar o tratar de olvidar aquello que menos le gusta. Integra en sí todo lo que es, sea considerado como «bueno» o «malo». Solo de este modo dispondrá de una visión completa de sí misma y, a partir de ahí, tendrá la opción de cambiar o mejorar lo que considere. Esconder ciertos aspectos de la personalidad, negarlos o avergonzarse de ellos solo consigue fortalecerlos. Como es bien sabido, todo aquello que se resiste aumenta.

El concepto de «perfección», creado por una sociedad de consumo que ha hecho del hedonismo y el culto a lo físico su bandera, ha promovido la cuasi necesidad de esconder lo que consideramos «imperfecto». La proliferación de medios de comunicación de masas con acceso inmediato, como las redes sociales, por otra parte, facilita que la persona esconda sus imperfecciones, ocultando aspectos de su personalidad de los que no se siente orgullosa y potenciando, o incluso exagerando, aquellos otros que piensa le favorecen. Esta actitud, lejos de promover un autoimagen sana y competente, lo que consigue es minar la autoestima, poniéndola en manos de los likes recibidos o lo virales que resulten nuestras aportaciones.

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El arte de soltar anclas: de la queja al poder personal

La resiliencia: aprender a surfear las olas

En el camino hacia una vida más plena, inevitablemente nos encontraremos con desafíos. La resiliencia es la capacidad de adaptarnos y salir fortalecidos de ellos. No se trata de evitar el dolor o negar las dificultades, sino de desarrollar una actitud que nos permita atravesarlas con dignidad y aprendizaje. Las personas resilientes entienden que la adversidad no es el final del camino, sino una curva más en la ruta de su destino.

Ser resiliente no inmuniza contra el desánimo, el dolor o el sentimiento de derrota, pero sí que nos dota de la capacidad de levantarnos, recuperarnos y seguir adelante lo antes posible. El desarrollo de la resiliencia exige modificar el autodiálogo negativo, pasando del «por qué» al «para qué». En vez de preguntarnos angustiados «¿por qué a mí?», podemos plantearnos una opción mucho más proactiva: «¿qué puedo aprender de esto?». Este simple cambio de perspectiva consigue transformar las dificultades en oportunidades de crecimiento.

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Claves para soltar anclas y avanzar

Aprender a soltar las anclas que nos mantienen estancados no es un proceso inmediato, se requiere de constancia y compromiso, como para todo aquello que deseemos desarrollar. Algunas claves para lograrlo con el menor esfuerzo y la mayor rapidez posible incluyen lo siguiente:

  1. Tomar conciencia: Identificar los pensamientos, actitudes o hábitos que nos están limitando es el primer paso para liberarnos de ellos.
  2. Cuestionar creencias limitantes: Muchas veces, lo que nos impide avanzar son ideas y pensamientos que hemos interiorizado sin cuestionarlos. Preguntarnos sobre su veracidad nos permite abrir nuevos caminos de desarrollo.
  3. Practicar la gratitud: En lugar de enfocarnos en lo que nos falta o en lo que no va bien, podemos entrenar nuestra mente para reconocer lo que ya tenemos y valorar los aspectos positivos de nuestra vida.
  4. Cultivar el autocuidado: Una buena alimentación, ejercicio, descanso adecuado y la realización frecuente de actividades que nos nutran emocionalmente son claves para fortalecer una mentalidad proactiva, además de dotarnos de la energía necesaria para afrontar los desafíos con mentalidad de éxito.
  5. Rodearse de personas que nos impulsen: El entorno tiene un gran impacto en el estado emocional. El contacto con personas que nos inspiran y apoyan facilita cualquier aspecto relacionado con el crecimiento personal.
  6. Tomar acción, aunque sea pequeña: Muchas veces esperamos el momento perfecto para realizar cambios, pero la verdadera transformación ocurre cuando decidimos dar un primer paso, por pequeño que sea.

Soltar para avanzar

Cuando aprendemos a soltar las anclas del victimismo, la baja autoestima y el miedo al cambio, algo mágico sucede: dejamos de esperar acontecimientos extraordinarios que vengan en nuestra ayuda y nos convertimos en los protagonistas de nuestra propia historia. No quiere esto decir que el camino que nos aguarda sea fácil ni que los retos vayan a menguar o desaparecer, pero sí que dispondremos de las herramientas necesarias para afrontar cualquier situación que se nos presente con mayor claridad y determinación.

El arte de soltar anclas: de la queja al poder personal

Soltar es confiar. Confiar en nuestra capacidad de resolver, en nuestro valor personal y en que, pase lo que pase, siempre encontraremos la forma de seguir adelante. Es dejar de mirar atrás con pesar y empezar a mirar adelante con convicción.

Si sientes que llevas tiempo anclado en un lugar que solo te trae sufrimiento y desánimo, tal vez sea el momento de soltar. No para quedarte a la deriva, sino para descubrir el verdadero poder de navegar con un rumbo propio.

El camino del crecimiento personal no es lineal ni predecible. A veces retrocederemos, volviendo sobre nuestros pasos; otras, nos desesperaremos al ver que no avanzamos; pero, en cualquier caso, si seguimos perseverando en desarrollar una mentalidad que favorezca una mayor autoestima y resiliencia, estaremos cada vez más cerca de una vida más plena y auténtica. Soltar anclas no significa abandonarnos en manos del oleaje y las corrientes, sino elegir conscientemente hacia dónde queremos ir.

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