En el complejo mundo en el que nos ha tocado vivir, donde las presiones y expectativas parecen multiplicarse día a día, disfrutar de una autoestima saludable y una autoconfianza que, sin pecar de sobrevalorada, nos ayude a remontar los rápidos de la vida, constituye un requisito imprescindible para gozar de bienestar y alcanzar el éxito en lo que nos propongamos. Estos dos elementos pueden transformar radicalmente la vida de una persona, hasta el punto de recrear un mundo nuevo, hasta entonces desconocido, donde su poder personal pueda desplegarse, sin límites, en todo su esplendor.
La danza de la autoestima y la autoconfianza
Ambos conceptos se entrelazan de manera significativa, interpenetrándose y realimentándose mutuamente, de tal manera que puede resultar difícil separar ambos términos de manera clara.
Cuando hablamos de autoestima, nos referimos a la valoración que una persona hace de sí misma, tanto en lo que se refiere a su aspecto físico, como a sus rasgos de personalidad, habilidades, calidad de su mundo de relaciones, etc.
La autoconfianza, aunque íntimamente relacionada, tiene más que ver con la confianza depositada en las propias capacidades para enfrentar y superar los retos de la vida y alcanzar los objetivos que se haya propuesto lograr.
Con todo, la afinidad entre ambos conceptos supera con creces las posibles diferencias: autoestima y autoconfianza son aspectos que se complementan y se refuerzan entre sí de manera indisoluble. Una autoestima sana potencia la confianza en las propias capacidades, y viceversa: la confianza en uno mismo favorece una autoimagen positiva.
Factores determinantes de la autoestima
Un bebé nace con el depósito lleno, en cuanto a reservas de autoestima y autoconfianza se refiere, aunque las experiencias que le irán llegando con los años, generadas desde el entorno, van a encargarse de ir disminuyendo estos valores primarios. Serán los acontecimientos que viva y, en especial el modo en que los interprete, lo que irá modelando las reservas originales de confianza y valoración personal.
Entorno familiar
Es este, sin duda, el primer factor significativo con influencia directa en el nivel de autoestima personal. Según sea el tipo de educación parental, las relaciones con el entorno familiar próximo y la interpretación que el niño haga de estas interacciones, así se verá modelada su autoimagen de los primeros años.
No es lo mismo una educación punitiva y acusadora que incida en «lo que el niño hace mal» que otra, en la que los errores se reinterpreten como herramienta imprescindible del aprendizaje. Este enfoque educativo (sin que por ello se disculpen los malos comportamientos), permitirá que el pequeño aprendiz experimente por sí mismo las consecuencias de sus actos, sin que el entorno familiar necesite reforzar mediante sus reacciones lo que está mal o está bien (no puedo evitar recordar aquí a Jean-Jacques Rousseau y sus postulados pedagógicos por ser un adelantado a su época, aunque reconozco la dificultad que para un padre o una madre representa aplicar a rajatabla este modelo educativo).
La educación parental ha servido y sirve muchas veces como disculpa para justificar una baja autoestima. Es fácil culpar y hasta odiar a quienes han influenciado nuestros primeros años por medio de una educación que consideramos equivocada. Un error que lo único que consigue es perpetuar las carencias. El perdón y la puesta en marcha de una labor de reconstrucción personal es el único método efectivo y probado para ganar en confianza y estima personal.
Experiencias de Vida
No cabe duda de que es este un factor clave en el desarrollo de la autoestima y la autoconfianza. Y no tanto por lo las cosas que nos suceden, sino por cómo interpretamos lo que nos sucede.
A lo largo de la vida, enfrentamos situaciones diversas, con desenlaces que pueden ir desde el éxito más absoluto hasta el fracaso más estrepitoso. Sin embargo, por desastroso que consideremos un determinado resultado, será la valoración que hagamos de lo sucedido lo que tenga más peso a la hora de influenciar nuestro nivel de autoestima. No es lo mismo abrumarnos y hasta lacerarnos por un desenlace decepcionante, que reinterpretar el «error» cometido a la luz del esfuerzo invertido, valorando positivamente las lecciones aprendidas y confiando en que seremos capaces de superar el reto en la siguiente oportunidad.
Por otra parte, las experiencias traumáticas, , tales como abusos, enfermedades invalidantes o maltrato, indudablemente pueden llegar a tener un impacto devastador en la autoestima de una persona. Sin embargo, tampoco resulta infrecuente que sirvan como disparadores de una profunda metamorfosis que lleve a la persona a generar cambios positivos en su vida.
Entorno social y educativo
Como no podía ser de otra forma, el entorno social, incluyendo el entramado escolar, en el que una persona se desenvuelve juega un papel crucial en la génesis de su autoestima. El contacto con el otro ejerce un papel de primer nivel a la hora de modelar la imagen personal.
Aspectos como las opiniones y valoraciones de los demás, las normas sociales, las expectativas y la mayor o menor tendencia a compararnos con otros, ejercen una poderosa influencia en la autoimagen y la confianza en las propias capacidades.Es este, sin duda, el ingrediente principal en la receta de la tarta de la valoración personal, una vez que ingresamos de lleno en el mundo de las relaciones sociales, tras los primeros años de infancia. Las experiencias de rechazo, bullying o aislamiento (autoinducido o ejercido por otros) van a tener un impacto negativo en el nivel de autoestima. En cambio, el hecho de sentirse aceptado y valorado por el entorno social mejorará la confianza en uno mismo y la autovaloración.
Creencias personales y diálogo interno
No podemos olvidar, de entre el conjunto de factores que modelan la autoestima y la autoconfianza, al cocinero de esta compleja receta que es la personalidad: uno mismo.
La forma en que percibimos nuestras habilidades, defectos y virtudes, fruto indudable del modo en que hayamos asimilado y valorado las experiencias personales, alcanza su máxima cenit en la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos. Las creencias personales y el autodiálogo están presentes de manera continua en nuestra mente, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Esa voz interior, alimentada por el acervo de «certezas» que consideramos inamovibles, es ahora, después de haber pasado por los condicionantes familiares, educativos y sociales, la compañera perpetua de nuestros días. Dependiendo de cuál sea su «tonalidad», más o menos amigable, más o menos motivadora o más o menos limitante, así será nuestro nivel de autoestima y autoconfianza. Un diálogo interno predominantemente negativo, repetido una y mil veces a lo largo del día, conseguirá hundirnos en los abismos de la desvalorización personal, empujándonos hacia el autosabotaje inconsciente. Por el contrario, un autodiálogo positivo, que sepa disculpar los errores y evite magnificar los aciertos, fortalecerá la autoconfianza y, por ende, la autoestima.
No hay que olvidar que siempre somos dueños de nuestro destino, por muy desfavorables que hayan sido los entornos familiar y social para el desarrollo de una buena autoestima. Estos, por decirlo de alguna forma, constituyen la mano que, de partida, me ha tocado jugar. Pero el cómo juegue esas cartas es algo que depende tan solo de mí. Según lo haga podré ganar o perder la partida de la vida.
Síntomas de baja autoestima
Todos en mayor, o menor medida, sufrimos de falta de confianza en nosotros mismos en algún momento y no estamos exentos de autocrítica destructiva en mayor o menor medida. La sintomatología asociada a estos factores resulta fácilmente detectable, a poco que nos prestemos un mínimo de atención:
Síntomas de tipo emocional
- Inseguridad constante: dudas frecuentes sobre las propias capacidades o decisiones.
- Miedo al fracaso: evitar nuevas experiencias o desafíos por miedo a equivocarse.
- Crítica interna excesiva: pensamientos negativos recurrentes sobre uno mismo.
- Sensación de inferioridad: comparaciones constantes con los demás, sintiéndose menos.
- Desvalorización personal: sentir que no se merece el éxito, el amor o la felicidad.
Síntomas conductuales
- Eludir los retos: aferrarnos a nuestra zona de confort, despreciando oportunidades.
- Dificultad para aceptar cumplidos: desviar o rechazar comentarios positivos.
- Aislamiento social: Evitar relaciones o eventos sociales por miedo al juicio o al rechazo.
- Perfeccionismo: niveles de autoexigencia muy altos que generan frustración.
- Dependencia emocional: buscar constantemente la validación externa.
Consecuencias adicionales
- Relaciones personales empobrecidas: conflictos, aislamiento, soledad, fobia social…
- Procrastinación: dejadez, posponer tareas, evitar situaciones que deben ser encaradas.
- Autodesprecio: cuando la baja autoestima se convierte en un problema crónico.
Cuando se detecta alguno de los síntomas asociados con la baja autoestima es hora de ponerse las pilas e iniciar la tarea de reconstrucción personal. Cuanto antes lo hagamos, antes veremos florecer cambios positivos en nuestra vida.
Estrategias para Mejorar la Autoestima y la Autoconfianza
Ponernos a la tarea de mejorar la autoimagen y potenciar la autoconfianza va a traernos siempre resultados más que deseables. Pueden producirse cambios sorprendentes con un poco de dedicación por nuestra parte.
Para fortalecer el nivel de autoestima y autoconfianza, resulta esencial incorporar estrategias que nos permitan trabajar en el ámbito del crecimiento personal y emocional. A continuación, se presentan algunas técnicas efectivas de autoevaluación y ejercicios prácticos para fortalecer la autopercepción:
- Practicar la autoaceptación: reconocer y aceptar tanto lo que me gusta como lo que no me gusta de mí, evitando juzgarse de manera negativa, tratándonos con delicadeza (como lo haríamos con un niño) cuando consideramos que hemos fallado o fracasado. Debemos sustituir la autocrítica destructiva por un lenguaje interno más compasivo y edificante.
- Establecer metas alcanzables: evitar ponernos objetivos demasiado grandes. Dividirlos en otros más pequeños. Alcanzar pequeñas metas incrementa la confianza en uno mismo y genera una sensación de logro.
- Cambiar el autodiálogo negativo y sustituirlo por afirmaciones positivas: repetirnos diariamente frases que refuercen la autoestima, como «soy capaz», «encontraré la manera de superarlo» o «merezco lo mejor por todo el esfuerzo y el cariño que pongo en lo que hago». Las afirmaciones ayudan a reprogramar la mente hacia una visión más optimista de uno mismo.
- Salir de nuestra zona de confort: obligarnos a enfrentar gradualmente situaciones que generen inseguridad o miedo. Esos pequeños retos que vamos posponiendo una y otra vez son candidatos ideales para iniciar una labor que no haga más osados. También, practicar nuevas habilidades o comenzar a ejercitarnos con nuevas actividades (esas que siempre deseamos hacer, pero que vamos postergando).
- Aprender a decir «no»: la asignatura pendiente de una mayoría. Debemos acostumbrarnos a establecer límites saludables en las relaciones y aprender a rechazar situaciones que no nos resulten beneficiosas. Esto refuerza el respeto por uno mismo y evita la sobrecarga emocional.
- Practicar la gratitud: hacer una lista diaria o semanal de cosas por las que se está agradecido ayuda a enfocarse en lo positivo y tener una perspectiva más balanceada de la vida y de uno mismo.
- Visualización positiva: sería un desperdicio que no utilizáramos el enorme poder de la imaginación para recrearnos en visualizaciones, en las que podamos imaginarnos viviendo la vida que deseamos, actuando como desearíamos, logrando nuestros objetivos o superando desafíos de manera exitosa.
“La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado, la imaginación rodea al mundo.”
Fortalecer la autoestima y la autoconfianza requiere tiempo, dedicación y práctica continua, pero aporta, a cambio, unos beneficios que difícilmente pueden ser superados por ninguna otra cosa.
Implementar estas técnicas y herramientas de manera consistente puede tener un impacto positivo duradero en la percepción que se tiene de uno mismo.
¡Empieza hoy a trabajar en mejorar tu autoestima y autoconfianza! Cada pequeño paso que des será un gran avance hacia la confianza y el amor propio que mereces