Tres estrategias para superar los retos

Tres estrategias para superar los retos

Todos los seres humanos pasamos, en algún momento de nuestras vidas, por una de esas situaciones complejas, difíciles, que dejan huella, y frente a las que nos sentimos pequeños, desarmados, impotentes, y faltos de ideas y energías para superarlas.

Ante este tipo de pruebas, nos sumimos en el desconcierto, el miedo, la desesperanza y la angustia, que se adueñan de nuestras mentes y nos impiden poner sobre la mesa todos los recursos de los que disponemos y que la situación requiere.

Sin embargo, siempre vamos a ser capaces de superar el reto (¿alguna vez no lo has hecho?). La Vida nunca nos pone ante situaciones imposibles. Puede apretar, pero no ahogar (dicho muy manido, pero también muy cierto).

Son las emociones (miedo, angustia, impotencia…) y los pensamientos (no puedo con esto, ¿qué me va a pasar? …) que aparecen cuando nos asustamos los que hacen que veamos montañas donde solo hay pendientes escarpadas. El miedo, en especial, nos hace perder la confianza, y con ella la fuerza y el buen funcionamiento del conjunto cuerpo-mente.

¿Hay solución?, ¿podemos aprender a enfrentar los retos de una manera más inteligente?, ¿resulta posible lidiar con los rápidos de la vida como un regatista de élite?

Afirmativo… (y no estoy siendo optimista)

No solo podemos, sino que debemos hacerlo: aprender a controlar el miedo, para disponer de la totalidad de nuestro potencial en situaciones complejas nos da la clave para superarlas con mayor facilidad.

Hay tres estrategias que pueden ayudarnos a superar estados emocionales negativos que nos estroban para afrontar con éxito situaciones complicadas. Por ejemplo, cuando afrontamos una enfermedad grave, perdemos algo o a alguién importante, o nos detenemos en una encrucijada de caminos sin saber por dónde tirar.

Pon las cosas en su justo lugar: si eres una de esas personas que tienden a hacer una montaña de un grano de arena (bastantes más de las que uno pueda imaginarse), puedes estar segur@ de que casi todo lo que te pase tendrá la décima parte de la importancia que tú le das. Todo es mucho más inmediato y sencillo de lo que crees. Si este es tu caso, tu mayor necesidad es aprender a organizarte, a eliminar lo superfluo, a distinguir lo importante de lo accesorio y, en definitiva, a poner orden en tus actividades, intereses y objetivos. Tu problema esencial es el caos mental en el que vives y que te impide pensar con claridad. Esta es la habilidad que necesitas desarrollar para superar cualquier reto que se te presente, por complicado que pueda parecer. Entrénate en ello. Puedes aprovechar las herramientas que te brinda este blog (pincha en los enlaces): La relajación, el mindfulness, la planificación y el orden son la solución para ti. Se convertirán en tus mejores armas ante las eventualidades aparentemente imposibles. la próxima vez que te enfrentes ante un reto importante, notarás como sales de él mucho más fácilmente.

Comparte: no eres Superman y tampoco Superwoman. Reduce tu carga. No puedes resolverlo todo tú. Ríndete, permite que te ayuden. La gente que te aprecia está deseando hacerlo y puedes estar segur@ de que te aportarán lo que más necesitas: no sentirte sol@.

Si eres de l@s que tienden a sentirse autosuficientes y raramente piden ayuda, tu aprendizaje pasa por superar este insano sentimiento que te impide mostrar tu vulnerabilidad. Esta actitud solo conseguirá sobrecargarte física y emocionalmente, poniéndote contra las cuerdas sin ver salida.

Si este es tu caso, necesitas aprender a compartir, descubrir la magia y el poder que se oculta en el dar y el recibir, encontrar el equilibrio entre mantenerte independiente y asumir la colaboración y la prestación de ayuda como una manifestación externa de tu independencia.

Este fue mi caballo de batalla, mi punto flaco durante un tiempo. Recuerdo como me agotaba tratar de ser superhéroe todo el tiempo, hasta el punto de restarme fuerzas y capacidad para acometer retos relativamente sencillos de superar. Acabar convenciéndome (la Vida se encargó de ello) de que yo no era Batman (era evidente), y actuar en consecuencia, me dotó de una energía renovada, además de permitirme recuperar una capacidad de resolución que creía desaparecida. Si este es tu problema, te animo a que entierres tu traje de superhéroe. Te lo agradecerás eternamente.

Aprende a confiar: esta es la asignatura pendiente para una mayoría. Nos han enseñado justo lo contrario (cuidado con esto, cuidado con aquello…), a desconfiar de los extraños, de los políticos, de lo que es gratis, de la bondad y de tantas otras cosas. Tendemos a ver un mundo amenazador a nuestro alrededor y, por eso, buscamos la protección en lo próximo (mi casa, mi familia, mis amigos), desconfiando de lo que está más allá, o, manteniéndonos, al menos, alerta ante los peligros que podrían presentársenos.

Esta actitud, cuando se generaliza, nos hace desconfiar de la Vida, de lo que nos pasa, de los acontecimientos con tintes trágicos que se nos presentan. Es el motor que propicia nuestras preocupaciones, alimenta nuestros miedos y nos impide aprovechar gran parte de las oportunidades que se nos presentan.

Si la falta de confianza es una característica destacada en ti, hará que dudes en tus posibilidades de salir airoso ante los retos, te hará ver más obstáculos de los que realmente hay, e impedirá que te pongas manos a la obra en el momento adecuado, retrasando tu reacción y añadiendo mayor dificultad al problema que sea se te presente.

Si este es tu problema, necesitas aprender a despreocuparte (pincha en el link para ver cómo puedes hacerlo). La preocupación no es más que un miedo irracional al futuro, una visión negativa de lo que pueda pasar creada por nuestros pensamientos y sin datos objetivos que la apoyen. También puedes atacar el tema incrementando tu capacidad de confianza (en el link tienes estrategias para lograrlo). Se trata de despintar nuestras paredes mentales de pensamientos de temor y repintarlas con los cálidos colores de la confianza, imaginando futuros alternativos más favorables. Un cambio de pensamientos que no nos va a traer más que bendiciones.

 

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