Lo primero a tener en cuenta cuando hablamos de disfrutar con cualquier cosa que hagamos es ser capaces de enfocar la atención en lo que hacemos, dejando pasar lo que nos venga a la cabeza y no tenga que ver con la tarea que estamos realizando.
Cuando disfrutas lo que haces
Cuando disfrutas lo que haces, sientes una mayor satisfacción personal y un aumento en tu bienestar emocional. La sensación de placer y realización que experimentas al realizar una tarea que te gusta contribuye a tu felicidad y a una actitud positiva en la vida.
Al disfrutar lo que haces, aumenta tu motivación y compromiso con la tarea. Te sientes más conectado con el proceso y te resulta más fácil concentrarte y dedicar tiempo y esfuerzo a alcanzar tus objetivos. Esta mayor implicación te lleva a obtener mejores resultados y a sentirte más realizado en tus logros.
Disfrutar de tus actividades cotidianas te ayuda a reducir el estrés y la ansiedad. Cuando te sumerges en una tarea que te gusta, tu mente se libera de preocupaciones y te permite disfrutar del momento presente. Esto favorece tu bienestar mental y emocional, promoviendo la relajación y el equilibrio en tu vida.
Al disfrutar lo que haces, desarrollas una actitud positiva y proactiva ante los desafíos. Te vuelves más creativo y receptivo a nuevas ideas, lo que te permite encontrar soluciones innovadoras a los problemas y enfrentar las situaciones con optimismo y confianza en tus capacidades.
Cómo convertir la rutina en placer
Lo rutinario no tiene por qué ser aburrido. Son los automatismos que añadimos a la acción lo que lo convierte en rutinario. Desprendernos de expectativas y permitirnos hacer las cosas de un modo diferente harán que lo ordinario pueda convertirse en extraordinario. He aquí algunas sugerencias para conseguirlo:
Aprende a dejar pasar los pensamientos inútiles
Para empezar, elije una tarea monótona, rutinaria y aburrida que realices a menudo (hacer la cama, lavar los platos…) y que sea relativamente corta. Ponle atención mientras la realizas. Céntrate en los estímulos que percibes a través de tus sentidos. Inevitablemente, tendrás pensamientos. Cuando te des cuenta, déjalos pasar y vuelve a concentrarte en tu tarea.
Este es un ejercicio que requiere de paciencia y constancia. Cuanto más lo practiques, más tiempo serás capaz de mantenerte centrado/a, menos monótona te parecerá la actividad y más disfrutarás de ella.
Practicar relajación y/o meditación/mindfulness de manera habitual, te ayudará a ir más rápido.
Recupera el juego
Déjate ir mientras trabajas y trata de jugar, al mismo tiempo. Deja de hacer la cosas de manera rutinaria y juega más. Puedes, por ejemplo, ventear las sábanas y envolverte con ellas mientras haces la cama o bailar con la almohada. Si estás aseándote, canta en la ducha o juega con el jabón, dejándolo resbalar, mientras te lavas las manos.
Simplemente, sal de la rutina, olvídate de terminar o de pensar y juega. Esto es lo que hacen los niños pequeños todo el tiempo y nunca se aburren hagan lo que hagan.
Céntrate en lo que te gusta
Elige alguna tarea que no te guste y que, sin embargo, debas hacer. Piensa en lo que no te gusta de ella y busca algo que te agrade (siempre habrá algo. Puede ser lo que consigas al hacerlo, las consecuencias de no hacerla o algún aspecto agradable en su ejecución).
Centra tu interés en eso que te agrada, dejando pasar los pensamientos relativos a lo que no te gusta cada vez que aparezcan.
A medida que realices este ejercicio, irás disfrutando más con lo que hagas, aprendiendo a enfocarte en los aspectos positivos más que en los negativos.
Cambia tu manera de hacer las cosas
Piensa en otras formas de realizar tus ocupaciones habituales, especialmente las más rutinarias. Date la oportunidad de encontrarlas. No es difícil, hay muchas formas distintas de hacer la misma cosa. A veces, es suficiente con alterar el orden o la secuencia de pequeños pasos que incluye cada actividad que realizamos.
Prueba esas nuevas posibilidades y te darás cuenta de que lo que antes te resultaba monótono y aburrido, ahora adquiere un nuevo color y ya no te resulta tan desagradable. Puede que, incluso, empieces a encontrarle puntos de placer en los que no habías reparado antes.