Manual de magia práctica

No resulta necesario hacer grandes cosas ni esperar acontecimientos extraordinarios para que la Vida se convierta en pura magia. Solo necesitamos cambiar la manera en cómo miramos el mundo, al modo en que los niños disfrutan la vida: siempre dispuestos a descubrir lo que les va a traer el día, abiertos a las sorpresas y lo inesperado.

 

Son las pequeñas cosas, los pequeños cambios los que nos permiten usar la varita mágica que transforma todo lo que tocamos en oro. Después, todo brilla bajo una nueva perspectiva. He aquí algunas ideas que te ayudarán a conseguirlo.

  • Cambia el modo de enfocar tus planes y objetivos: cuando te marques alguna meta, ejecutes un plan o busques conseguir algo, evita mantenerte encadenado al resultado, pendiente de llegar al final. Céntrate en el camino en vez de empecinarte con el destino, y esto hará que, además de facilitarte la tarea, disfrutes mucho más de tu aventura.

Está bien que establezcamos objetivos. El problema está en obsesionarnos con el resultado, en enfocarnos demasiado en la meta. Si actuamos así (lo más frecuente) es fácil que nos vengamos abajo cuando se presentan dificultades. Es una manera de actuar que solo consigue retrasarnos y amargarnos.

Una actitud más inteligente y menos agotadora consiste en mantener la dirección mientras disfrutamos de lo que nos encontramos en el trayecto, en vez de perdernos las hermosas vitas por el afán de llegar.

  • Sácale partido a lo cotidiano: la Vida resulta divertida si nos damos la oportunidad de plantearnos el día como un juego más que como un deber o una obligación. Para ello es imprescindible bajar la velocidad, disminuir la presión y prestar atención al aquí y al ahora para evitar los automatismos con los que hacemos las cosas.

Suéltate, cada vez que sientas el hastío o el cansancio de una tarea rutinaria. Párate, respira hondo y mira a tu alrededor. Detente por un momento y canta, ríe, llora, maldice o cualquier otra cosa que se te pase por la cabeza. Date tiempo para dejar salir el aburrimiento. Luego ponte de nuevo a la tarea desde la calma, con otro enfoque, y verás cómo se ha transformado en menos tediosa y más apetecible.

Juega con tus tareas, deja de realizarlas como un autómata, por obligación, y permítete cambiar las rutinas con la que las realizas.

  • Descubre todo lo que te gustaría hacer y no haces

Anota todas aquellas cosas que te apetecería hacer y no haces. No tienen por qué ser grandes cosas: los pequeños placeres, los antojos que no te has dado o esa conversación íntima que desearías haber tenido y has dejado pasar.

Pregúntate porque no haces todo eso que deseas, qué es lo que te lo impide. Así descubrirás que, en realidad, son pequeñas cosas, fácilmente solucionables, las que te han frenado hasta ahora.

Supera esos pequeños obstáculos y date permiso para empezar con todo eso que tienes almacenado en el baúl de cosas que desearías hacer y no haces.

Acostúmbrate a hacer esto con asiduidad y notarás como disfrutas cada vez más de tu vida.

  • Evita ideas preconcebidas: deja de calificar todo como agradable o desagradable, bueno o malo, interesante o aburrido.

Cuando nos enfrentamos a una tarea que no nos gusta, es habitual que pensamos en lo poco que me apetece. Este pensamiento es la causa que me impide disfrutar de ello. Me condiciona, incluso, antes de ponerme a ello, predisponiéndome a que no me guste, a pasarlo mal, a resistirme a disfrutarlo.

Para cambiar este mecanismo automático, puedes repetirte frases que contrarresten los prejuicios que te has hecho y que repitas mientras estás en la labor que no te gusta. Por ejemplo: “voy a encontrar la forma de pasarlo bien mientras lavo los platos” o “encuentro la manera de divertirme mientras hago la compra”

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