7 lecciones de vida que no se olvidan: Lo que realmente importa cuando el tiempo se acaba

¿Qué dirías si supieras que te quedan pocos meses de vida? ¿Qué cambiarías? ¿A quién llamarías? ¿Qué dejarías de hacer?

Son preguntas incómodas, lo sé. Pero son también las que nos conectan con lo más esencial de nuestra existencia.

Mariana Jacobs es psico-oncóloga, con más de 20 años de experiencia acompañando a personas en situación terminal. En su trabajo diario, ha sido testigo privilegiada de algo único: el momento en que las máscaras caen, las prioridades se reordenan y la vida se revela en su forma más pura y honesta.

En un texto conmovedor publicado en su perfil de Facebook, Mariana compartió las siete lecciones más importantes que aprendió de sus pacientes antes de morir. No son teorías vacuas ni consejos estereotipados. Son verdades urgentes, extraídas de cientos de conversaciones con personas en los últimos días de su vida, cuando ya no queda tiempo para mentiras ni para apariencias.

Este artículo es un homenaje y una reflexión para esas voces que, desde el final del camino, nos recuerdan qué es lo que verdaderamente importa. Porque no hace falta esperar a que el tiempo se acabe para empezar a vivir de verdad.

lecciones de vida

La perspectiva lo que cambia todo

Existe algo paradójico en la muerte: nos aterra pensarla, pero es justamente ella la que nos enseña a vivir.

Cuando el tiempo deja de ser infinito, cuando se convierte en algo finito y medible, nuestra percepción cambia radicalmente: lo urgente deja de serlo, lo importante emerge con claridad y muchas de las cosas a las que hemos dedicado nuestra vida pierden importancia o se revelan como irrelevantes.

Mariana Jacobs lo ha visto una y otra vez: personas que llegan al final del camino y descubren, con asombro y dolor, que pasaron décadas persiguiendo cosas de poco valor mientras descuidaban otras que eran las auténticamente importantes.

Lo que podemos sacar en consecuencia es que tú y yo todavía estamos a tiempo se cambiar las cosas y afinar el rumbo. Estas son las siete lecciones que los pacientes de Mariana le enseñaron. Son un mapa para no perdernos, una brújula para cuando todo se vuelve confuso y un recordatorio de lo esencial.

Lección 1: El trabajo no define quién eres

Esta es quizás la lección más repetida, la que más sorprende a quienes la escuchan por primera vez. Vivimos en una sociedad que nos enseña a construir nuestra identidad sobre nuestro trabajo. Nos presentamos diciendo “soy vendedor”, “soy abogado” o “soy emprendedor”. Como si el verbo “ser” y el verbo “hacer” fueran lo mismo. Como si lo que hacemos de 9 a 18 horas definiera nuestra esencia.

Construir nuestra identidad sobre el trabajo que desarrollamos es una fuente segura de insatisfacción y sufrimiento. Porque el trabajo, por su propia naturaleza, es inestable: cambia, se transforma y a veces desaparece. Si eres lo que haces, ¿qué eres cuando dejas de hacerlo?

Mariana es clara en este aspecto: aquellos que se esforzaron en su trabajo y lo disfrutaron suelen sentirse orgullosos al final de su vida. El trabajo importa, la vocación importa. Pero lo que inclina la balanza, lo que verdaderamente nos hace sentir vivos y plenos, no es lo que pasa en la oficina o en el taller. “Lo que nos llevamos es lo que pasa cuando vuelves a casa”, dice Mariana. Cuando el tiempo se acaba, sus pacientes no recuerdan las presentaciones exitosas ni los ascensos. Recuerdan las tardes mirando las estrellas, las cenas con amigos, los domingos con los padres, las horas en la cama con la pareja o el tiempo jugando en el suelo con los nietos.

El coche, la cantidad de empleados a tu cargo, las sucursales que abriste, figurar en el cuadro de empleado del mes o los metros cuadrados de tu casa… todo eso deja de importar.

el trabajo no te define

No se trata de renunciar a tu trabajo ni de dejar de esforzarte. Se trata de poner las cosas en su justa medida. Pregúntate: ¿cuántas horas extra has trabajado este mes?, ¿cuántas puestas de sol te has perdido?, ¿Cuántos fines de semana has sacrificado? Y pregúntate: ¿de verdad valió la pena?

Estamos a tiempo de cambiar, de poner el foco en lo que verdaderamente importa, de entender que tu trabajo es lo que haces, pero no es lo que eres.

Lección 2: Deja de conformarte y escúchate más

Esta lección duele especialmente porque habla del tiempo perdido. Y el tiempo, como bien señala Mariana, es lo más valioso que tenemos.

Somos expertos en aguantar. En sostener relaciones tóxicas “por los niños”, en mantener trabajos que nos destruyen “por el sueldo”, en quedarnos en situaciones que nos apagan “por no complicarnos la vida”. Nos justificamos, justificamos al otro, alargamos los procesos. Nos cuesta tomar decisiones relevantes. Y mientras tanto, el reloj sigue corriendo.

“Me tendría que haber animado”, “no sé por qué no mandé todo al carajo”, “no sé por qué aguanté eso todos esos años”, “pospuse lo que era importante para mí”… estas son las frases que Mariana escucha una y otra vez.

El miedo al cambio nos paraliza. La comodidad de lo conocido, aunque sea doloroso, nos atrapa. La presión social, el qué dirán, el no ir contra la corriente… todo eso pesa. Pero hay algo que no nos damos cuenta: ese miedo, esa comodidad, esa zona de confort, la terminamos pagando cara. Y cuando nos damos cuenta, ya es tarde.

El tiempo no vuelve. No lo desperdicies. Si hay algo que sientes con todo tu cuerpo que no te hace feliz, deja de aguantarlo. No importa el motivo. Te vas a arrepentir. No te aguantes por miedo a cambiar ni por sostener una apariencia ni por comodidad ni por pereza ni por no ir contra la corriente. Quédate con lo bueno, con lo que te hace bien, lo que te hace crecer, lo que te hace reír, lo que te hace sentirte interesado y curioso. Y VIVE.

elimina cargas innecesarias

Lección 3: No te quedes con cosas por decir

El peso del silencio es devastador. Amor no expresado. Gratitud no compartida. Perdón no pedido. Verdades no dichas. Creemos que tenemos tiempo. Pensamos que ya habrá un momento mejor para decir lo importante. O quizás tememos la reacción del otro, el exponernos demasiado o el resultar vulnerables. “Ya se le pasará”, pensamos. “No es tan importante”, nos decimos. “Si digo lo que tengo que decir se va a ofender o no voy a saber manejar su reacción…”, pensamos. Excusas, solo excusas.

A veces, con algo de suerte, Mariana y sus pacientes están a tiempo para repararlo y hablar. Pero en la mayoría de los casos, no. Ese momento ya pasó. Quien sea que fuese esa persona a la que tenían algo importante que decir se fue, se murió, o ya no pueden contactarla. El tiempo se cerró. Y el arrepentimiento de lo no dicho pesa como una piedra en el pecho hasta el último aliento.

¿Hay alguien a quien necesitas decirle algo importante? Hazlo hoy, no mañana. Hoy es el día, el momento. Llama a esa persona, escribe ese mensaje, ten esa conversación. Puede que te sientas incómodo. Puede que sea difícil. Puede que la otra persona no reaccione como esperas. Pero créeme, esa incomodidad momentánea es infinitamente mejor que cargar durante años con el peso de lo no dicho.

no guardes tus emociones

Lección 4: Perdona ya todo el mundo

Mariana utiliza una metáfora perfecta: guardar rencor es como ir en un tren cargando una mochila llena de ladrillos en la espalda. Puedes hacerlo. Técnicamente, puedes cargarla todo el viaje. Pero vas a viajar infinitamente mejor si, en vez de cargarla, la apoyas en el suelo.

No se trata de abrazar al que te faltó el respeto o de volver con quien no te cuidó. No se trata de dejar pasar todo ni de olvidar lo que pasó. Se trata de soltar, de que lo que te pasó sea parte de tu historia, pero que dejes de cargarlo.

“Creo que me enfermó lo frustrado que me sentí por lo que me hicieron”, “estuve tan triste y tan angustiada por lo que me pasó que creo que me terminé enfermando por eso”, “perdí una década amargado en vez de disfrutar de lo que tenía”… Mariana lo escucha constantemente. Y aunque ella misma aclara que no cree que la angustia sea la causa de todas las enfermedades, sí observa que el no haber podido soltar algo doloroso les hizo daño.

Guardar rencor enferma el alma, nos amarga, nos roba energía, nos mantiene atados a un pasado que ya no podemos cambiar. El perdón no es un regalo para quien te hirió, es un regalo para ti mismo. Perdonar no significa que lo que te hicieron estuvo bien. Significa que decides dejar de permitir que eso te siga haciendo daño.

Perdona a quien tengas que perdonar. Por ti, no por ellos, aunque no te lo pidan. Todos tenemos a alguien que nos hizo daño, alguna cicatriz. Apoya la mochila en el suelo y mira por la ventana. El tren continúa su viaje y tú te mereces viajar ligero.

7 lecciones de vida que no se olvidan: Lo que realmente importa cuando el tiempo se acaba

Lección 5: Di gracias todos los días

Esta es, según Mariana, la frase que más ha escuchado de todos sus pacientes en todos estos años.

Vivimos en una cultura de la carencia. Siempre nos falta algo. Más dinero, más tiempo, más reconocimiento, más éxito, más, más, más… Nos quejamos constantemente. Por el tráfico, por el clima, por la economía, por la política, por todo. Y en esa queja constante, en esa atención obsesiva a lo que nos falta, se nos escapa algo fundamental: todo lo que sí ya tenemos.

“Me quejaba todo el tiempo por tonterías y ahora me doy cuenta de lo afortunado que era”, es el lamento que Mariana escucha una y otra vez. También es muy común escuchar esto en relación con la familia: “Recibí miles de cosas de mis padres y me doy cuenta de que nunca les dije realmente gracias”, “mi mujer/mi marido/mi hermana me acompañó en miles de ocasiones y creo que nunca se lo agradecí como se lo merecía.”

Damos por sentado lo esencial: la salud, hasta que se pierde; La familia, hasta que ya no está; el tiempo, hasta que se acaba…

¿Tienes tu salud?… Di gracias. ¿Tienes una familia?… Di gracias. ¿Tienes un techo, vestido y alimento?… Di gracias. ¿Tienes piernas que te llevan donde quieres ir?… Di gracias. ¿Tienes a alguien, aunque sea una sola persona, para quien eres importante?… Di gracias. ¿Hoy por la mañana te levantaste y no te dolía nada?… Di gracias. ¿Abriste los ojos esta mañana?… Di gracias.

Todos los días. Los 365. Cuando te levantes: GRACIAS. No hace falta un ritual elaborado. No necesitas una libreta especial ni una práctica compleja. Solo necesitas pausar un momento cada mañana y reconocer, de verdad, todo lo que tienes. Esa simple práctica tiene el poder de transformar completamente tu percepción de la vida.

decir gracias

Lección 6: Encuentra tu conexión con algo más grande

Esta es la lección más delicada, la que Mariana misma aborda con cuidado: no se le puede decir a alguien que crea en algo, porque la espiritualidad pertenece a una esfera de la vida que no puede seguirse como un manual. Pero lo que sí puede compartir es lo que ha observado durante más de 20 años: aquellas personas que han cultivado alguna relación con lo trascendente, atraviesan el viaje final con una paz y una serenidad notablemente diferentes.

Tal vez sea porque el haber cultivado alguna relación con algo más trascendente que nosotros, algo más importante que todo lo que hacemos y lo que somos, nos da la posibilidad de entender con el corazón que nada de lo que creemos que somos se termina realmente.

Esta conexión con el “todo” puede tener muchos modos de expresarse. Puede que sea por medio de la religión, la práctica de la meditación, alguna filosofía o por el respeto profundo de la naturaleza, o el silencio. Son todos caminos diferentes pero igualmente válidos.

No se trata de convertirte a ninguna religión ni de adoptar prácticas que no resuenen contigo. Se trata de encontrar esos momentos de conexión con algo que te trasciende. Puede ser en la naturaleza, en el arte, en la música, en el servicio a otros, en la meditación o en la oración. Es solo cuestión de encontrar cuál es tu propio camino y seguirlo. Porque al final, cuando todo lo demás se desvanece, esa conexión con algo más grande que nosotros es lo que nos sostiene.

conectar con lo divino

Lección 7: Mide tu vida en amor

Esta es la lección más importante de todas. La que resume todas las demás. La que, al final, es la única que realmente importa. Mariana lo ha comprobado en cada una de las historias que ha tenido el honor de acompañar en su cierre: la vida se mide en amor. No en logros, no en posesiones, no en reconocimientos ni en éxitos profesionales. En amor, dado y recibido.

Si lo piensas bien, todas las lecciones anteriores son distintas versiones de esto mismo: escucharse y respetarse a uno mismo es amarse. Pasar tiempo con quienes uno ama, es amar. Ser agradecido es sentirse amado, y en el gracias estamos amando a quien nos da. Perdonar es ver en el otro su limitación y lograr tocar esa limitación con compasión. Perdonarse a uno mismo es una importantísima forma de amor.

Haz lo que tengas que hacer, pero asegúrate de dar y recibir todo el amor que puedas, en todas las formas que puedas y en el rol que tengas: como madre, padre, hija, tía, sobrino, abuelo, amigo… Cuida con amor a alguien y a algo: un cactus, tu perro, tu hija, tu compañero o la naturaleza. Dar y recibir, las dos direcciones son igual de importantes. Porque al final, eso es lo único que pesa en la balanza, lo único que nos llevamos, lo único que permanece cuando todo lo demás desaparece.

el amor fuerza suprema

Reflexión final: No esperes al último día para vivir de verdad

En el fondo, el mensaje de Mariana Jacobs es tan simple como devastador. No necesitamos fórmulas complejas ni teorías elaboradas. La sabiduría sobre cómo vivir una vida plena está ahí, al alcance de la mano, revelada por aquellos que están en el final del camino.

El problema no es que no sepamos qué es lo importante. El problema está en que lo olvidamos. Lo enterramos bajo capas y capas de urgencias falsas, de miedos injustificados, de presiones sociales o de inercias.

Pero tú, que estás leyendo esto ahora, y yo aún tenemos tiempo. Tiempo para llamar a esa persona a la que necesitas decirle algo, para soltar ese rencor que te está enfermando, para dejar de aguantar lo que no te hace bien o simplemente para agradecer o para amar.

No esperes a que el tiempo se acabe para descubrir lo que importa. Porque entonces, será tarde. Las siete lecciones están aquí, frente a ti. No son consejos abstractos. Son verdades urgentes, extraídas del lugar donde todas las mentiras se desvanecen: el final de la vida. ¿Qué vas a hacer con ellas?

La pregunta entonces no es qué harías si te quedaran pocos meses de vida. La pregunta es: ¿qué vas a hacer hoy, ahora que sabes qué es lo que realmente importa? Porque la vida, tu vida, se está midiendo ahora mismo: en amor.

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