Guía para superar los miedos

Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino él que conquista ese miedo.

Nelson Mandela

 

 

Cambia el guion

  • Escribe en un papel (o en el ordenador) finales alternativos al que imaginas (conviértete en guionista de tu vida). No tengas en cuenta las probabilidades, ni lo difícil que pueda parecer que alguno de ellos se cumpla. Solo anota otros desenlaces posibles que no te causen temor, aunque alguno parezca improbable.

Organízalos de manera que ocupen los primeros puestos aquellos que más te tranquilicen y agraden. Sitúa en último lugar los que generen en ti mayor preocupación o menos te atraigan. Memorízalos.

Cada vez que acuda a tu mente algún pensamiento relacionado con el final que te asusta, repite mentalmente (mejor en voz alta si resulta posible) alguno de los desenlaces que situaste en el primer lugar de la lista.

Se paciente y persistente. Poco a poco, el miedo se irá difuminando. Es un ejercicio divertido y relajante que te ayudará, si persistes en él, a deshabituarte de finales trágicos.

  • Crea una continuación de la historia que temes y que te sea favorable, como una segunda parte de una novela que termina mal y continua bien.

Escríbelo. Comienza por el fatal desenlace que temes y, a continuación, elabora esta segunda parte de tu obra dramática. Desarrolla los acontecimientos de tal manera que se produzca un cambio favorable, con acontecimientos positivos que se sucedan uno tras otro. Convierte, con tu imaginación, lo que parecía una maldición en una bendición. No olvidemos la famosa frase de Einstein: “La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado y la imaginación circunda el mundo”.

Relee con frecuencia tu obra dramática y céntrate, en especial, en la segunda parte de la novela, aquella en la que las cosas cambian de rumbo a tu favor. En poco tiempo, tus temores se disolverán (es posible, incluso, que descubras posibilidades que antes no veías).

Si lo que necesitas es aceptar (una vez te hayas dado tiempo para el duelo)

  • Date cuenta de la cantidad de veces que miras hacia atrás (el pasado), recordando escenas de qué o quién has perdido, de lo que te dices en relación a ello (lamentos, crítica, culpa, remordimiento…) y de tu actitud (autocompasión, victimismo, autocastigo…). Sé consciente de la cantidad de tiempo y energías que empleas en ello.

Ahora, pregúntate: ¿qué he aprendido con lo que me ha pasado?, ¿qué lecciones puedo sacar?, ¿cómo puedo aplicarlo a mi nueva situación?, ¿para qué me ha servido?

Luego mira hacia adelante y vuelve a interrogarte: ¿qué voy a hacer a partir de ahora?, ¿en qué voy a emplear mis energías y mi tiempo?, ¿hacia dónde quiero ir?

Es un ejercicio que consta de tres fases:

    1. Analizar nuestra actitud hacia lo perdido: ¿lo hemos superado o aún no?
    2. Mirar hacia el pasado para extraer enseñanzas y aprendizajes (quedarnos con lo bueno)
    3. Enfocarnos hacia adelante (única dirección viable).

La pérdida nunca es tal, porque una parte muy importante de lo que se fue queda con nosotros. Apoyémonos en lo que aprendimos para seguir adelante con más fuerza.

  • Mira el mundo que te rodea, la gente que se mueve por la acera, el trajín del tráfico rodado, el lento transcurrir de las nubes por el cielo, el volar de los pájaros, las mil y una historias que suceden a tu alrededor. Date cuenta de que todo está vibrando, que la Vida sigue su marcha, con o sin ti, con tu ausencia o tu presencia.

Sin embargo, tú eres una parte esencial en todo este proceso. Sin ti, el mundo, tu mundo, desaparecería. Tu tristeza, tu angustia, tu dolor, también son parte de él. En otros momentos fuiste risa, alegría, placer y paz. Ahora toca estar en la otra parte de la ecuación. Acéptalo. Forma parte de la Vida.

Sal de tu casa, habla con la gente, fuérzate a disfrutar del sol, conversa, trabaja, muévete, ayuda a quién puedas, comparte lo que tienes y lo que eres, a pesar de que no te apetezca. Hazlo como tributo a lo que has perdido, como reconocido homenaje a lo que se fue y aún vive en ti. Es así, como, poco a poco, la aceptación y tu actitud para seguir el flujo de la vida, te situarán en un nuevo escenario donde puedas incorporar lo que has vivido a tu presente. Sin pena, sin dolor, sin añoranza. Es así como la Vida se perpetúa a sí misma.

Si tu problema es la confianza

  • Recuerda situaciones vividas en las que dudabas de tu capacidad para resolverlas, Trata de sentir lo que sentías entonces. ¿Se parece a lo que experimentas ahora?

¿Cómo saliste adelante?, ¿qué sucedió?, ¿cómo encontraste la solución?

Puedes aplicar lo mismo que entonces a lo que te sucede ahora. Aprovechar la experiencia pasada para evitar recorrer senderos que no funcionaron, y ahorrarte el tiempo perdido en disgustos, temores, comeduras de coco y demás.

Usa tus pruebas superadas en el pasado para ganar. Apóyate en ellas para mejorar. No hay razón alguna para que mantengas dudas sobre tus capacidades. Atrévete a confiar. Es mas una actitud que una cuestión de razonamiento.

  • Modifica tu tendencia a desconfiar, cambiando en las pequeñas cosas.

Analiza como tu falta de confianza se extiende a muchos ámbitos de tu vida. Analiza todas las cosas y personas que te generan desconfianza y dales la oportunidad de contradecirte. Comienza por confiar en una pequeña cosa, en el resultado de algo o el comportamiento de alguien. Algo que no te comprometa excesivamente. Permítete dejar de anticipar lo que sucederá o como se comportará. Dale un margen de confianza para que las cosas sucedan de otra forma distinta a como esperas.  Déjate sorprender por el rumbo que toman los acontecimientos. Descubrirás lo equivocad@ que estabas y que otros futuros distintos son posibles si les permites entrar en tu vida.

La confianza es algo que, para la persona desconfiada, debe irse incorporando poco a poco, sin sustos, sin decepciones. Por eso, es bueno comenzar por las pequeñas cosas, por pasos cortos, casi intrascendentes, pero que van sumando en la cuenta de la confianza. A medida que vayamos viendo que nuestras predicciones estaban equivocadas, asumiremos la posibilidad de confiar en que algo o alguién nos sorprenda agradablemente.

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