Agradecer cuando las cosas van bien es relativamente fácil (es lo que hemos tratado, ya, en la Parte 1. Si áun no la has visto te recomiendo que comiences por ella). La gratitud por aquello que nos gusta, nos reconforta o favorece nos resulta comprensible y adecuada, aunque no sea algo que solamos hacer (no somos conscientes de todo lo que hay de bueno en nuestra vida hasta que lo perdemos).
Lo que ya no nos parecerá razonable, y mucho menos natural, es mostrarnos agradecid@s cuando las cosas se nos tuercen, odiamos hacerlas o somos víctimas de alguna calamidad. En tales circunstancias, es probable que utilicemos el enfado, la queja o el enfrentamiento emocional y mental en contra de las circunstancias que nos trae la vida.
No obstante, lo desfavorable puede transformarse en favorable si mantenemos la actitud adecuada frente a los inconvenientes. Y la gratitud es una de las mejores formas de hacerlo.
Cuando las cosas no van según lo esperado o deseado, algunas preguntas específicas y concisas pueden ayudarnos a ver la otra cara de la moneda, favoreciendo el que obtengamos respuestas inteligentes que, de otro modo, no seríamos capaces de descubrir. De lo que se trata es de volver las circunstancias a nuestro favor (en realidad, ya lo están, solo que no somos conscientes de ello).
Todo lo que nos ocurre, sea que lo califiquemos como bueno o malo, resulta útil si lo sabemos aprovechar. Es la niebla mental que surge de la resistencia, de la no aceptación o del miedo la que nos hace ver el vaso medio vacío donde hay un vaso medio lleno, y dispuesto a que lo terminemos de llenar.
Calificar algo como malo nos empuja a rechazarlo, esperando de ello solo cosas desfavorables, lo que hará que intentemos alejarlo de nuestras vidas. Como consecuencia, no seremos capaces de ver si es que algo bueno pudiese ocultarse en su interior. Desaprovechamos lo que llamamos problemas, obstáculos o dificultades, cuando mantenemos actitudes de queja, lamento o victimismo, en vez de preguntarnos si es que algo útil se pudiese sacar de ello. Viene a ser algo así como el reciclado: podemos limitarnos a tirar lo que creemos que no sirve (problemas, dificultades, inconvenientes…) o bien, podemos intentar reciclarlo y sacarle provecho.
La Vida no nos castiga, nos forma, nos madura, siempre tratando de engrandecernos como seres humanos. Y esto lo hace por medio de las experiencias y atrancos, más o menos dolorosos, que nos obligan a sacar lo mejor de nosotros mismos. A veces necesitamos un empujón, que nos aprieten, nos estrujen o nos aplasten para que reaccionemos o seamos caces de tomar una decisión o nos aventuremos a dar un giro a nuestra vida. Esta es la función de los retos que encontramos en el camino. Si nos entrenamos en ver las cosas de esta manera será mucho más fácil y rápido resolver los problemas. Sacaremos beneficio, además, de la lección aprendida que nos acompañará de ahora en adelante.
Agradecer, también, las dificultades, los obstáculos y los fracasos es una forma inmediata de sacarles provecho. Para ello, te propongo que te hagas alguna de las siguientes preguntas cada vez que notes que la queja, el miedo o el victimismo hacen su aparición:
- ¿Para qué puede servirme esto?
- ¿Qué me obliga a hacer?
- ¿Qué me impide hacer?
- ¿Qué mensaje me trae?
- ¿Qué sentimientos despierta en mí?
- ¿Qué pensamientos me genera?
Las respuestas a estas preguntas te traerán la luz que necesitas para poner las circunstancias, por desfavorables que sean, a tu favor. Un nuevo concepto de lo bueno y lo malo surgirá entonces, de manera automática, de lo que hayas aprendido.
Como en todos los talleres, te animo a que dejes tus comentarios, observaciones y experiencia personal, mientras trabajas este taller de gratitud. Nos ayudará a elaborar las conclusiones finales.
Gracias
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